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SOBRE LA PIEL. Dibujos de Fernando Calzada

8 de abril, 2021

Fernando Calzada o la piel que nos estremece

Fernando Calzada nos sorprende y seduce por segunda vez. La primera fue con su obra de “foto-fija”, poniendo un talento de nivel técnico excepcionalmente elevado al servicio del cine como tela de fondo y tema motivante. Por cierto, fue una exposición única entre tantas que ha presentado la Galería Nacional de Bellas Artes.

Decía el inolvidable analista de cine, Arturo Rodríguez Fernández, en un breve ensayo dedicado a la muestra, su admiración por Fernando Calzada y una labor fotográfica ardua: “Captar imágenes que sean trascendentes, que muevan todos los resortes de la estética, no es cosa fácil. Se necesitan conocimientos y pericia, pero además una particular sensibilidad.”

Hoy, si todavía Arturo estuviera entre nosotros, igual aprecio dirigiría a la obra de Fernando Calzada, expuesta en el Museo Fernando Peña Defilló. Sin embargo, no se trata de fotografías sino de dibujos, tal vez más excepcionales aún, cuya esencia y perfección jamás habíamos visto, y menos en Santo Domingo...

En la serie de dibujos “Sobre la Piel”, según la intitula el artista, se proyecta a partir del desnudo femenino y masculino -tema dual y único-, tanto la experiencia profesional, humana e individual, como la belleza objetiva y subjetiva. El despliegue de afectos y efectos en el espacio del papel inscribe ritmos, gestos, líneas, puntos, huellas, luces, sombras, materias aún. Se asemeja a un manuscrito que plasmaría el cuerpo humano, ofrecido a emociones, interioridades y pensamientos… más allá de la (re)presentación externa y la pulcritud de un epidermis, terso y resplandeciente. Vida y estética se aúnan: sentimos la capacidad de aguda observación del fotógrafo y el oficio extremo del dibujante ante un modelo privilegiado.

Las dos técnicas entremezcladas –la extrema precisión de la imagen apoyándose en la fotografía– evocan la asociación de dos pasiones, la foto y el dibujo. El gesto pulsional gráfico sustituye el instante fotográfico y lo prolonga infinitamente. La foto desaparece, una mutación manual y formal la vuelve dibujo en busca del absoluto, siendo la factura tan fina, tan extremada, que sublimiza el trabajo del lápiz.

No obstante, tenemos la seguridad de que la nueva iconografía es totalmente fiel al documento fotográfico, a su misma autoría magistral… Si se manifiesta desconcierto en nuestra percepción fascinada, es porque Fernando Calzada logra compartir y sumar su potencial creativo en dos categorías artísticas, con igual exigencia y éxito….

No nos cabe duda de que sus dibujos le pertenecen totalmente, y agradecemos que haya cedido estas imágenes, diversas, atractivas, sorprendentes, seductoras, necesariamente emparentadas, para que, los amantes del dibujo puedan disfrutarlas mientras perdura la interminable pandemia.

La exposición permite admirar un sin fin de expresiones exaltantes y exaltadas sobre papel, que surgieron “Sobre la Piel”. Nos impresiona la multiplicación de medios que brindan el lápiz y las variaciones de su mágica barrita de grafito. Una de las características, de indudable valor, es que, siendo manifestación intrínseca del fondo blanco y de la forma corporal, estas obras remiten su pureza al tiempo y el espacio como si fueran una escritura antigua y un palimpsesto. 

Fernando Calzada casi nunca dibuja una anatomía completa –hay la excepción hermosísima de una joven mujer–, sino partes del cuerpo, vistas de cerca en  distintas posiciones. Los fragmentos corporales pueden llegar al “close-up” y casi no permiten la identificación: líneas y superficies sugieren una abstracción sensible, predominantemente lineal, pero que mantiene la dimensión estética,  el perfeccionismo del tratamiento, el estremecimiento de la contemplación.

Los dibujos alternan, alían o suman el negro, el blanco y el gris. Absurdo sería decir que esta reducción cromática empobrece el atractivo, como si les hiciera falta el color. Las líneas fluyentes encierran una muy rica gama de matices, de puntos  y de micro-signos.

Percibimos esos “ropajes” de piel como más vitales que carnales, más ideales que sensuales… y cuando alcanzan la precisión descriptiva -así las partes sexuales-, la poesía cede, la imagen se vuelve más una ilustración. Sucede lo contrario cuando el trazo y el difumino atrapan el movimiento: la luz vibra, el equilibrio se agita, el sistema formal cambia, el arte óptico se asoma…

Y Fernando Calzada alcanza el clímax en aquellas manos, elocuentes, íntimas, inseparables, físicas, casi tejidas, de artista y artesano… Si no hubiéramos visto su título, “Autorretrato”, las interpretábamos con nuestras propias alegorías, la excelencia del dibujo provocando el caudal imaginario del espectador.

Marianne de Tolentino [ADCA / AICA]






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